1. La escuela de hadas

Para aprender a confiar en ti mismo/a y a conectar con tu interior.


Esta noche la pequeña hada Celeste apenas ha podido dormir. Hace días que está esperando que empiece el curso en la escuela da hadas. ¡Y por fin ha llegado el primer día de clase! De un salto se levanta de la cama y se sacude el sueño meneando sus pequeñas alas.

Muy pronto empieza a oír los gritos y las risas de sus compañeras que van hacia la escuela.

–¡Voy en seguida! –les dice asomándose a la ventana–. ¡Sólo tengo que coger mi varita!

Pero cuando echa un vistazo a su alrededor se da cuenta enseguida de que su varita no está. Siente cómo el corazón le empieza a latir muy rápido y, preocupada, empieza a revolver los cajones, mira debajo de la cama, vacía las cajas de juguetes... incluso sale fuera y la busca debajo de las piedras y entre los arbustos. Pero la varita no aparece...

–¿Qué voy a hacer ahora? –exclama sentada en el suelo y con los ojos llenos de lágrimas.

Al oírla llorar sus amigas se han acercado para ver qué le pasa.

–Pobre Celeste, –oye como una de ellas le dice a la otra– sin su varita ya no podrá ser un hada de verdad. Ya no hace falta que venga a la escuela. ¡Venga, vamos que llegaremos tarde!

La pequeña hada Celeste lo ha oído todo, y se queda allí sentada, sola y muy, muy triste.

–Quizá tienen razón –piensa– y ya no hace falta que vaya a la escuela de hadas porque sin mi varita nunca podré ser un hada.

Y mientras las lágrimas le caen por las mejillas se pregunta:

–Y ahora, ¿cómo voy a ayudar a la gente? ¿Cómo haré realidad los deseos sin la magia de una varita?

Y llora, llora sin parar... y su tristeza se esparce por todo su cuerpo, y poco a poco sus alas van dejando de brillar.

Pero, en la escuela, la maestra de las hadas lo ha visto y lo ha oído todo. Ella conoce a Celeste y sabe que sería un hada fantástica, porque tiene lo más importante que un hada debe tener: un gran deseo de ayudar a los demás.

Entonces, abre un cajón y coge una cajita dorada. Dentro, acurrucadas unas contra las otras duermen un montón de luciérnagas. Con mucho cuidado toma una, y soplando muy suavemente la llena con la magia de su aliento.

–¡Despierta, Luci! –le dice–. Ve y di a Celeste que no deje de buscar. ¡Acompáñala y ayúdala a descubrir el secreto de las hadas!

La pequeña hada Celeste se ha quedado medio dormida después de llorar tanto. Cuando abre los ojos continúa pensando en lo que han dicho sus compañeras y cada vez está más convencida: nunca podrá ser un hada. Pero de pronto oye una vocecita que le dice:

–Sigue buscando, Celeste, sigue buscando...


–¿Quién habla? –pregunta mirando a todas partes–. ¿Quién está ahí?

Pero no ve a nadie, porque la luciérnaga es muy pequeñita y se esconde detrás de ella.

–Sigue buscando, Celeste, sigue buscando... –vuelve a oír.

No sabe de dónde sale aquella voz. Mira a su alrededor pero ¡no hay nadie!

Y de pronto se da cuenta de que quizá debería hacer caso de la vocecita.

–No sé quién eres, pero a lo mejor tienes razón –dice–. Mi varita está en alguna parte y, esté donde esté, voy a encontrarla. ¡Y entonces podré ir a la escuela y aprender a ser un hada de verdad!

Y poquito a poco sus pequeñas alas vuelven a brillar, y las lágrimas que han caído en su vestido se han convertido en chispas de colores que lo adornan. Con una sonrisa en los labios la pequeña aprendiza de hada se prepara para comenzar su viaje; un viaje que la llevará por todo el mundo, donde encontrará un montón de amigos que la ayudarán a encontrar su varita.

¿Querrás  acompañar a tu nueva amiguita? 
A veces queremos hacer una cosa pero alguien nos dice que no sabremos o no podremos y entonces ni siquiera lo intentamos. Lo importante es lo que tú piensas de ti mismo o de ti misma, no lo que piensen los demás, que muchas veces se equivocan. Si deseas hacer algo, pon todas tus ganas y esfuérzate todo lo que puedas. Tanto si lo consigues como si no, al menos lo habrás intentado y quizás hayas descubierto cosas que necesitas aprender para poder hacerlo más adelante.

Celeste quiere ir a la escuela de hadas para convertirse en un hada de verdad. Pero hace caso a sus amigas, cree que ya no puede ir y se pone muy triste porque piensa que ya no puede hacer realidad su deseo. Si no les hubiera hecho caso, ¿crees que habría llorado tanto? Quizás se hubiera puesto un poco triste por haber perdido la varita, pero habría ido igualmente a la escuela.

Tú también tienes una vocecita que te acompaña. No es una luciérnaga de verdad. Es eso que, muy dentro de ti, te dice qué tienes que hacer y te ayuda a encontrar soluciones a tus problemas. Para oírla quédate en silencio y pregúntale lo que quieras saber. No la oirás como una voz distinta de la tuya, ni la oirás con los oídos. La notarás como un pensamiento, como si lo pensaras tú. Pero sabrás que es ella, porque no tendrás ninguna duda de que esa es la respuesta que necesitabas.

Celeste se queda muy triste porque cree que ya no podrá ser un hada, pero cuando escucha la vocecita, que le dice que siga buscando su varita, vuelve a creer que algún día podrá ir a la escuela. La vocecita le da una solución para poder conseguir lo que más desea.

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